La política española acarrea una falta de sinceridad connatural al político. Podemos hablar, incluso, de una institucionalización de la falta de sinceridad en normativas internas de partidos políticos. Una cosa es ser leal a la formación y otra a la moral pública o, incluso, a la ética privada. Lo grave del tema es que la Constitución prohíbe, ex lege, el mandato imperativo en sede parlamentaria (art. 67.2 CE), in claris non fit interpretatio. No hablemos entonces de Leyes Orgánicas; la cúspide normativa de todo Ordenamiento jurídico democrático es un Texto de corte constitucional, que articula los derechos y garantías del Estado. Por tanto, conculcar dicho Texto es, por extensión, contrariar al Estado mismo. Dicho así, parece un razonamiento jurídico más, pero es una muestra de bisoñez astronómica. La seriedad y cohesión normativa en el entramado que establece una Nación para desarrollarse es fundamental para su seguridad jurídica y su prosperidad. Imaginen un reloj donde no encajen las piezas. Al igual que los suizos son meticulosos en su labor relojera, el Estado social y democrático de Derecho requiere de un Constituyente hábil, maduro. Sin éstos ingredientes, España no será disciplinada y seria.
"Y la España cañí va y le da un españazo". Javier Krahe
"Y la España cañí va y le da un españazo"
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