Dentro de las corrientes filosóficas, hay una denominada determinismo. En el determinismo cristaliza la idea de que no existe el libre albedrío. Decisiones externas determinan nuestra -virtual-elección. Spinoza, filósofo holandés del XVII postuló un determinismo influído por el que él creía que decidía sobre todos: Dios. Por tanto, para Spinoza la conducta viene determinada por designio divino. Pero Spinoza no vivió la era del petróleo, el PC y el ibuprofeno. Podríamos decir que Dios, efectivamente, ha muerto. Sin embargo, no ha dado paso al superhombre, como Nietzsche querría, ha dado paso a un consorcio sin Olimpo: el Nasdaq, Moody´s, Exxon-Mobil, HSBC, Goldman-Sachs... Y como en el caso del primero, nos hemos creído sus bienaventuranzas. Se nos está olvidando que hay muchas maneras de trabajar. A veces, poner la mano a final de mes no es la forma más saludable de vivir. Los procesos vitales, el desarrollo personal no va ligado a la forma de trabajo que observan las compañías ni los ritos sociales.
Lo primero que se inocula en nosotros es la necesidad de ser algo de mayores. ¿Qué vas a ser de mayor? pues yo mismo, supongo. Lo decimos sin pensar que estamos siendo lo que hacemos. Nuestro oficio acaba siendo nuestro carácter.
Es curioso, las personas que más triunfo y éxito cosechan en su oficio, por lo general, resultan las más infelices. En cambio, los que escogen son los más afortunados en su vida personal. Hagan un ejercicio práctico y vean a su alrededor quién es de verdad más feliz. No por serlo se tienen menos arrugas o más propiedades ni más inteligencia. Aunque los que dirijan las grandes empresas mundiales tengan propiedades, sean guapos o inteligentes, habrá que enseñarles que la vida dista mucho de lo que entienden por bueno. Y a muchos de nosotros, también, pero con la cooperación necesaria de los que nos vienen inoculando los referentes de felicidad y bienestar desde que nacimos. Que sea verdad eso que nos decían de pequeños:
"Cuando seas mayor harás lo que quieras". Aforismo materno.