Bienvenidos al club del descontento. Aquí se revelan inquietudes, de toda disciplina y condición. Ya sean divinas o humanas, para regodeo de todo espectador que desee sumergirse en tan tupidas letras, bien del rebaño o egregio cual maverick.






10 de marzo de 2016

Mi amado Ludwig Van

Veintiocho años: no son tantos, no son pocos. Ya tengo recuerdos, lloros sobrevenidos, sonrisas, amor y querencias, amigos, muchos amigos, que nunca son suficientes. Pocos nombres nos asaltan por las mañanas al despertar; manos que un día fueron imprescindibles, o las que aún lo son recorren las tardes, con la brisa me acarician. Y en cierto ahogo me acuerdo de Beethoven, de su testamento de Heiligenstadt que escribió poco antes de su quinta sinfonía y cuando su sordera empezaba a impedirle componer. En un extracto mi nostalgia se ha fugado -nunca mejor dicho- y en sus compases he encontrado consuelo:

"La experiencia de estas cosas me puso pronto al borde de la desesperación, y poco faltó para que yo mismo hubiese puesto fin a mi vida. Sólo el arte me ha detenido. ¡Ah! Me parecía imposible abandonar este mundo antes de haber realizado todo lo que me siento obligado a realizar, y así prolongaba esta miserable vida, verdaderamente miserable, un cuerpo tan irritable que el menor cambio me puede arrojar del estado mejor en el peor. ¡Paciencia! se dice siempre; y debo tomarla a ella ahora por guía; la he tomado. Durable debe ser, lo espero, mi resolución de resistir hasta que plazca a las Parcas inexorables cortar el hilo de mi vida. Acaso será esto lo mejor, acaso no, pero yo estoy presto siempre. No es muy fácil ser filósofo por obligación a los veintiocho años, no es fácil; y es más duro aún para un artista que para cualquier otro."

Ludwig Van Beethoven (1770-1827)

Heiligenstadt -Viena- 6 de octubre de 1802.