Querer a alguien no es tenerlo para sí. Entregarse no es recibir en propiedad. A veces, la entrega, el amar o el querer son recibidos por torpes manos. Se olvidan esas manos de que no es cuestión de aprehender, sino de mimar tan sensible bien. No como patrimonio, sino como una suerte.
Elige una mujer de la cual puedas decir: "hubiese podido encontrarla más bella, pero no mejor". Pitágoras
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