Cada vez hay menos inquietos. El gusanillo que mueve nuestros pasos hacia horizontes desconocidos se atocina, desaparece. Los clichés se fortalecen, las fuentes del saber ya no son las mismas o decaen. El capitalismo ahora lo tasa todo. Todo es tasable. El honor, el temple, la ética, el conocimiento, incluso el altruísmo o la empatía son objetos cambiarios, bienes mercantiles, comerciables. El peso de la costumbre entorpece nuestro desarrollo.
"Que la ignorancia no sea tu felicidad".
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