Bienvenidos al club del descontento. Aquí se revelan inquietudes, de toda disciplina y condición. Ya sean divinas o humanas, para regodeo de todo espectador que desee sumergirse en tan tupidas letras, bien del rebaño o egregio cual maverick.






12 de noviembre de 2016

Cobarde pereza

"Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto, menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros el erigirse en tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta con tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que vele por mi alma y haga las veces de mi conciencia moral, a un médico que me prescriba la dieta, etc., para que yo tenga que tomarme tales molestias. No me hace falta pensar, siempre que pueda pagar; otros asumirán por mí tan engorrosa tarea."

I. Kant: ¿Qué es la ilustración? (1784), Roberto Aramayo (tr) Madrid: Alianza, 2009, pp. 81-93.

5 de abril de 2016

Inmensa cicatriz

Echar de menos. Se puede echar de menos un cuerpo presente, un cuerpo ausente. Se puede echar tanto de menos... En palabras de Víctor Hugo diría que echar de menos es la felicidad de estar triste. Imaginar que ese cuerpo, esas palabras recorren el nuestro es dulce, es doloroso. No se echa de menos el amor o el tiempo pasado, se echa de menos a la persona. El amor no existe, la misericordia o la compasión, la justicia o la arbitrariedad. Existen las personas, ellas encarnan el amor, la tiranía. En palabras de Claudio Rodríguez:

El nombre de las cosas, que es mentira y es caridad, el traje que cubre el cuerpo amado para que no muramos por la calle ante él, las cuatro copas que nos alegran al entrar en esos edificios donde hay sangre y hay llanto, hay vino y carcajadas, el precinto de los cascos, la cautela del sobre que protege traición o amor, dinero o trampa, la inmensa cicatriz de la honda herida, son nuestro ruin amparo (...)

El nombre de las cosas nos impide ver que el amor tiene un nombre propio, corto, que siempre resulta bonito, que es último y necesario. Que esconde a alguien imprescindible, que nos vuelve vulnerables frente a la dureza, que fomenta el oído a sus palabras, que nos mece en el seno donde nuestros deseos florecen.

Cuando se ama y el cuerpo amado no está se echa de menos un cuerpo, pero no un concepto. Ese concepto es el honorable amparo de saber que el acreedor de nuestro amor lo merece y que nosotros tenemos buen ojo para las personas.

Dedico este post a los que echan de menos.

"Nuestras cicatrices tienen la virtud de recordarnos que existió nuestro pasado". Hannibal Lecter

10 de marzo de 2016

Mi amado Ludwig Van

Veintiocho años: no son tantos, no son pocos. Ya tengo recuerdos, lloros sobrevenidos, sonrisas, amor y querencias, amigos, muchos amigos, que nunca son suficientes. Pocos nombres nos asaltan por las mañanas al despertar; manos que un día fueron imprescindibles, o las que aún lo son recorren las tardes, con la brisa me acarician. Y en cierto ahogo me acuerdo de Beethoven, de su testamento de Heiligenstadt que escribió poco antes de su quinta sinfonía y cuando su sordera empezaba a impedirle componer. En un extracto mi nostalgia se ha fugado -nunca mejor dicho- y en sus compases he encontrado consuelo:

"La experiencia de estas cosas me puso pronto al borde de la desesperación, y poco faltó para que yo mismo hubiese puesto fin a mi vida. Sólo el arte me ha detenido. ¡Ah! Me parecía imposible abandonar este mundo antes de haber realizado todo lo que me siento obligado a realizar, y así prolongaba esta miserable vida, verdaderamente miserable, un cuerpo tan irritable que el menor cambio me puede arrojar del estado mejor en el peor. ¡Paciencia! se dice siempre; y debo tomarla a ella ahora por guía; la he tomado. Durable debe ser, lo espero, mi resolución de resistir hasta que plazca a las Parcas inexorables cortar el hilo de mi vida. Acaso será esto lo mejor, acaso no, pero yo estoy presto siempre. No es muy fácil ser filósofo por obligación a los veintiocho años, no es fácil; y es más duro aún para un artista que para cualquier otro."

Ludwig Van Beethoven (1770-1827)

Heiligenstadt -Viena- 6 de octubre de 1802.