Bienvenidos al club del descontento. Aquí se revelan inquietudes, de toda disciplina y condición. Ya sean divinas o humanas, para regodeo de todo espectador que desee sumergirse en tan tupidas letras, bien del rebaño o egregio cual maverick.






5 de abril de 2016

Inmensa cicatriz

Echar de menos. Se puede echar de menos un cuerpo presente, un cuerpo ausente. Se puede echar tanto de menos... En palabras de Víctor Hugo diría que echar de menos es la felicidad de estar triste. Imaginar que ese cuerpo, esas palabras recorren el nuestro es dulce, es doloroso. No se echa de menos el amor o el tiempo pasado, se echa de menos a la persona. El amor no existe, la misericordia o la compasión, la justicia o la arbitrariedad. Existen las personas, ellas encarnan el amor, la tiranía. En palabras de Claudio Rodríguez:

El nombre de las cosas, que es mentira y es caridad, el traje que cubre el cuerpo amado para que no muramos por la calle ante él, las cuatro copas que nos alegran al entrar en esos edificios donde hay sangre y hay llanto, hay vino y carcajadas, el precinto de los cascos, la cautela del sobre que protege traición o amor, dinero o trampa, la inmensa cicatriz de la honda herida, son nuestro ruin amparo (...)

El nombre de las cosas nos impide ver que el amor tiene un nombre propio, corto, que siempre resulta bonito, que es último y necesario. Que esconde a alguien imprescindible, que nos vuelve vulnerables frente a la dureza, que fomenta el oído a sus palabras, que nos mece en el seno donde nuestros deseos florecen.

Cuando se ama y el cuerpo amado no está se echa de menos un cuerpo, pero no un concepto. Ese concepto es el honorable amparo de saber que el acreedor de nuestro amor lo merece y que nosotros tenemos buen ojo para las personas.

Dedico este post a los que echan de menos.

"Nuestras cicatrices tienen la virtud de recordarnos que existió nuestro pasado". Hannibal Lecter