Bienvenidos al club del descontento. Aquí se revelan inquietudes, de toda disciplina y condición. Ya sean divinas o humanas, para regodeo de todo espectador que desee sumergirse en tan tupidas letras, bien del rebaño o egregio cual maverick.






25 de abril de 2010

Aristoi

Grecia necesita ayuda económica. La crisis y otros afluentes han conducido al país a una situación en la que requiere de los demás. La UE, en combinación con pactos bilaterales, ofrecerá "ayuda" a un tipo de interés "bajo". Grecia es la cuna del saber occidental y así lo reconocían los propios invasores romanos. Sería natural darle a Grecia lo que necesite. Sorprende que Alemania, gran impulsora de la unión de Europa, no responda amorosamente y nosotros, tampoco. Duele oír al presidente del Gobierno decir que "no es un regalo" y que "renta" (al tres y medio por ciento). A Grecia se le debe lo suficiente como para darle el capital que requiera y recordarle que se está para lo que necesite. Se debería, o sería justo querer a Grecia y agradecerle sus logros. Tan fácil como, gracias a la mal llamada globalización, tranferirle algo -tan simple- como el dinero. Aristóteles bien vale un concierto europeo rápido para darle capital sin contraprestación.

"Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta". Aristóteles

Político de carrera

Falta de autocrítica, de introspección, nos lleva a vivir este momento, insisto. Viviendo con razonable comodidad, olvidamos los problemas endémicos de esta sociedad. Alicientes para una reflexión institucional como la corrupción, el atasco de los Tribunales, la crisis o la escasa participación política no fomentan un replanteamiento de modelo. Si el ente público no reacciona, deberemos hacerlo la Sociedad civil. El problema -aparte de que en España no haya Sociedad civil- es que las cargas del Estado las arrastramos todos y no hay sensación de repercusión directa al ciudadano. Igual que pagamos impuestos a la española, esto es, sin tener la sensación de que nos repercute positivamente -con las piruetas fiscales más enrevesadas para evitar parte del cobro-, sentimos que la corrupción o los errores del Sistema no nos afectan directamente. Hay una falsa sensación de distancia. Incluso los periodistas han pasado de decir impresivamente "escándalo de corrupción" a "nuevo caso de corrupción". Hay distanciamiento y cansancio del individuo hacia la Administración, con la consecuente desconfianza. Admitimos como impuesto al Sistema, cuando éste dice inspirarse en nosotros para su legitimación y esto cabrea. Hace falta un replanteamiento para que el político de carrera deje de existir, junto a la que ahora llaman clase política. Porque si hubiera buenos políticos, no estaría vigente el presente modelo de Estado.

"Nuestra es la acción, pero no su fruto". del Bhagavad Gita

20 de abril de 2010

Efecto albedo

Hace unos días, entró en erupción un volcán en Islandia. Todas las terminales del centro de Europa se han cerrado y la mitad de los vuelos de la UE se han cancelado. Vamos, que se ha montado un pitote. No nos olvidemos de nuestra fragilidad. He oído en las noticias a mucha gente decir que era inaceptable la inoperatividad de "Eurocontrol", o la falta de coordinación de "los 27". Si un día estallase la Tierra, seguro que quedaría algún político con vida que le echase la culpa a la ineficacia de la Unidad Militar de Emergencias o al Pentágono. Humildad es lo que hace falta. Y si hay algún responsable en la UE de catástrofes volcánicas, que dimita, que eso es lo que le gusta al ciudadano. Pero siempre hay quien se sale con la suya en éstas catástrofes: la investigación del accidente polaco, las petroleras, Gürtel, la crisis -¿Acaso no os acordáis que cuando ocurrió la masacre en el Columbine cayeron más bombas en Kosovo que nunca?. Ahora aquello forma parte del efecto albedo del volcán Eyjafjallajokull, que refleja al exterior los problemas endémicos y coyunturales de los que nos quejábamos, de los que nos venimos quejando los que no nos distraen acontecimientos que no dejan de ser menos cotidianos. No hay mejor cortina de humo que estas cenizas.

"La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve". Louis Dumur

12 de abril de 2010

Para inquietar

Tan solo citar una frase que encontró Marguerite Yourcenar, en una carta de Flaubert: "Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo".

11 de abril de 2010

Erithacus rubecula

Estamos perdiendo referentes, olvidando nuestro origen. La ciudad ha invadido tanto a la gente que no nos paramos a pensar que hay más árboles que el pino y más animales que las palomas y los perros. En un pueblo la gente suele conocerse, en todo caso, se saluda. En una ciudad, no. Las virtudes y los vicios quedan al aire en un pequeño municipio y la ciudad puede servir, incluso, para camuflarse. No es raro ver agresiones por la calle de una capital y tampoco es raro no asombrarse de que los viandantes no intervengan o no se emocionen ante el espectáculo. En el pueblo el agresor es conocido y notoria su reputación. Y un pueblo no es comparable a una gran urbe, no es una ciudad en pequeño, porque los valores son distintos. Un ciudadano espera servilismo en una aldea y no se da ni cuenta. No ve como superfluos ciertos servicios urbanos a los que se ha acostumbrado y ve ahora como irrenunciables. Para un urbanita de manual el pueblo es un atraso y establece -por ignorancia- una comparación, cuando son términos incomparables. El entorno rural fomenta la virtud, los sentidos, el ingenio. No caigamos en la torpeza de decir que no nos hace falta nada para vivir y ser felices -refiriéndonos a ir al campo a vivir-, porque vivir en un entorno rural es un lujo que no muchos aprecian.

"El hombre superior piensa siempre en la virtud; el hombre vulgar tan solo se preocupa de la comodidad". Lao Tsé

7 de abril de 2010

¿Filantro qué?

Los medianamente observadores vemos una especie de gentrificación popular mal llevada. En un período escaso de tiempo -unos treinta años- se ha aburguesado hasta el más paupérrimo de entre los muertos de hambre. Y no es malo ni bueno, no lo enjuiciemos, más bien observemos. El capitalismo ha permitido una gran clase media, con un poder adquisitivo suficiente como para mantener algunos vicios y vivir con razonable desahogo. Pero la cultura es la misma, apenas ha habido progresión pedagógica. La educación llega más lejos sí y hay menos analfabetos. Pero eso dejémoslo a manos del Instituto Nacional de Estadística (los que dicen que si yo me como un pollo y tú no entonces nos hemos comido entre los dos medio pollo, los del I.N.E.). La disolución no es tan concentrada; la educación ha pasado de sentirse como un lujo a ser una obligación. Y, en palabras de Horacio, el lujo no puede permitirse ser mediocre (y la poesía es un lujo). Basarse en el concepto y la teoría en vez de sembrar la curiosidad, la inquietud, las ganas de seguir aprendiendo, aprehendiendo con la mente, como una manzana entre las manos. Las teorías se olvidan, la inquietud persiste. Esperemos que este paseo de espectros que son las calles de las ciudades desaparezca y volvamos al "te ayudo", a la filantropía y al lujo de tener una educación y procurarse otra cada día.