Falta de autocrítica, de introspección, nos lleva a vivir este momento, insisto. Viviendo con razonable comodidad, olvidamos los problemas endémicos de esta sociedad. Alicientes para una reflexión institucional como la corrupción, el atasco de los Tribunales, la crisis o la escasa participación política no fomentan un replanteamiento de modelo. Si el ente público no reacciona, deberemos hacerlo la Sociedad civil. El problema -aparte de que en España no haya Sociedad civil- es que las cargas del Estado las arrastramos todos y no hay sensación de repercusión directa al ciudadano. Igual que pagamos impuestos a la española, esto es, sin tener la sensación de que nos repercute positivamente -con las piruetas fiscales más enrevesadas para evitar parte del cobro-, sentimos que la corrupción o los errores del Sistema no nos afectan directamente. Hay una falsa sensación de distancia. Incluso los periodistas han pasado de decir impresivamente "escándalo de corrupción" a "nuevo caso de corrupción". Hay distanciamiento y cansancio del individuo hacia la Administración, con la consecuente desconfianza. Admitimos como impuesto al Sistema, cuando éste dice inspirarse en nosotros para su legitimación y esto cabrea. Hace falta un replanteamiento para que el político de carrera deje de existir, junto a la que ahora llaman clase política. Porque si hubiera buenos políticos, no estaría vigente el presente modelo de Estado.
"Nuestra es la acción, pero no su fruto". del Bhagavad Gita
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