España está de tal modo irreconocible, que se le puede reconocer por lo rara que está. Los pilares del Estado, el poder ejecutivo, el judicial y legislativo, se han alejado tanto de la previsión jurídica establecida para sus errores, que no hay aparato sancionador establecido que castigue o remedie semejante coyuntura. Desde luego, hemos perdido la seriedad, en general. Los escándalos hoy día son tan ruinosos y cutres que ni merecen ser delitos; son torpezas. Efectivamente, hay algo peor que el delito: la torpeza. No hay Estado capaz de sancionar la torpeza. Las circunstancias en las que está inmersa ahora España, no las ha vivido país alguno y no veo experiencias análogas a esta. El torpe no va a la cárcel, pasea su vacuidad por las calles, con su torva faz enarbolando el estandarte de su merecida y pudenda mediocridad. El legislador tiene que afrontar el estado actual de cosas y enfrentar la patanería que inunda la atmósfera, pero si el legislador es un torpe, no sé cómo vamos a superar estas mareas. Y si el legislativo sigue metiendo el régimen de acceso a la abogacía en las disposiciones adicionales de la Ley de Hidrocarburos, dentro de poco no va a saber si legislar o ponerle un manillar al bidé.
"La seriedad es como la corteza del árbol de la sabiduría; sirve para preservarla". Confucio
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