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24 de mayo de 2010

Sobre la torpeza

España está de tal modo irreconocible, que se le puede reconocer por lo rara que está. Los pilares del Estado, el poder ejecutivo, el judicial y legislativo, se han alejado tanto de la previsión jurídica establecida para sus errores, que no hay aparato sancionador establecido que castigue o remedie semejante coyuntura. Desde luego, hemos perdido la seriedad, en general. Los escándalos hoy día son tan ruinosos y cutres que ni merecen ser delitos; son torpezas. Efectivamente, hay algo peor que el delito: la torpeza. No hay Estado capaz de sancionar la torpeza. Las circunstancias en las que está inmersa ahora España, no las ha vivido país alguno y no veo experiencias análogas a esta. El torpe no va a la cárcel, pasea su vacuidad por las calles, con su torva faz enarbolando el estandarte de su merecida y pudenda mediocridad. El legislador tiene que afrontar el estado actual de cosas y enfrentar la patanería que inunda la atmósfera, pero si el legislador es un torpe, no sé cómo vamos a superar estas mareas. Y si el legislativo sigue metiendo el régimen de acceso a la abogacía en las disposiciones adicionales de la Ley de Hidrocarburos, dentro de poco no va a saber si legislar o ponerle un manillar al bidé.

"La seriedad es como la corteza del árbol de la sabiduría; sirve para preservarla". Confucio

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