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1 de octubre de 2013

Seguridad, colchón y sorpresa

La seguridad jurídica es un concepto que se vertebra a través de que la consecuencia jurídica de un acto sea previsible y cognoscible, esto es, que se pueda deducir o que uno se pueda informar antes de que la Justicia actúe.
La sorpresa (que no es una monja en la cárcel) es algo que nos anima y algo a lo que tememos. Tememos un problema por las consecuencias que nos imaginamos, no por las que luego sufriremos. Y el temor marca la pauta de la política de los países "más desarrollados". Se trata desde todas las disciplinas profesionales de crear un "colchón" que haga cognoscible lo que antes era obra de la Fortuna. Creamos ese "colchón" a través de la normalización, reglamentación, hacer previsible lo que con el estado de la técnica no lo es.
En los colegios occidentales se enseñan reglas, procesos, en la Universidad, también y ya en el trabajo se hace lo mismo, siempre sobre el "colchón" de un Estado maternal que vigila, fomenta y sirve. Así vivimos unos 450 millones de personas en el mundo: temiendo lo imprevisible. La sorpresa tiene un cariz negativo, un aura de locura de lo "no reglado". La sorpresa es la base en el amor y la vida es sorpresa, la naturaleza sigue solo en forma un proceso normalizado, pero ninguna primavera se parece y ningún paseo tampoco. El Derecho necesita de la seguridad jurídica para existir, debe ser previsible y cognoscible y hay materias, trabajos que también, pero nosotros debemos examinar si algo nos sorprende, porque no nos damos ni cuenta cuando algo nos asombra. Espabilar los ojos y el oído, afinar el gusto para encontrar sorpresas. Eso y renovarnos, examinar con introspección nuestros valores y ver si existe una correspondencia entre lo que pensamos, hacemos y decimos. No ser como nuestro trabajo o como las leyes, ser libres de sonreír sin causa, de amar sin propósito.

"Sorprenderse, maravillarse es comenzar a conocer" José Ortega y Gasset

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