La esperanza duele. Vivir esperanzado, escudado en otro vivir, es no vivir plenamente. Uno disfruta de la manzana cuando come la manzana y si pensase en comerme una manzana seguramente me sabría mejor el deseo de comerla. La esperanza crea, además, demasiados deseos que no forman parte de lo que podamos hacer. Como dice André Comte-Sponville en su libro El amor, La soledad "nadie que pueda caminar trata de tener la esperanza de caminar". Así, cuando decimos "ten esperanza" deberíamos decir "ten voluntad", no esperes, haz. Y si no puedes hacer más de lo que estás haciendo -a la mayoría le pasa esto- entonces "ten desesperanza", esto es, no esperes nada y lo que venga, inesperadamente, será una alegría y si no viene, no habrá tristeza ni Dios al que achacar el palo que da la vida cuando a uno le sobra esperanza. Lo mismo sucede en el amor. El amor y las expectativas, el amor y la esperanza de amar. Un amante desesperanzado ama ahora, te ama a ti, no a una idea de ti, no a un estado de ti. Ama lo que ve y conoce, no lo que conocerá o quiere conocer. Animo a todos los que sufren ahora. No puedo ponerme en el lugar de un padre que da a su hijo tres cucharadas de sopa y él toma una, pero sí en el lugar de los que aconsejan a estos padres repitiendo lo que oyeron de alguien que nunca tuvo que pasar hambre.
"Cuando hayas desaprendido a esperar, yo te enseñaré a querer". Séneca
No hay comentarios:
Publicar un comentario